Tomate, café, tabaco, patata, alubias, cacao, piña…..y cerveza de calabaza, por supuesto. La gastronomía europea no se puede entender sin el intercambio cultural entre el Viejo y el Nuevo Mundo que se produjo casi desde el mismo instante que las carabelas comandadas por Colón arribaron en lo que en aquel entonces bautizaron como La Española.
Un par de siglos después de que los españoles tocarán “oficialmente” las costas de América, un barco llamado Mayflower desembarcó con los llamados 120 “Peregrinos” por primera vez en lo que hoy conocemos como Estados Unidos, donde fundaron la colonia de Plymouth. Aunque parezca mentira, el origen de la cerveza de calabaza que hoy en día disfrutamos en torno a la fiesta de Halloween tiene su origen en estos dos hitos históricos.
Cuando los primeros colonos ingleses desembarcaron en las costas del este de norteamerica, lo hicieron cargados de ilusión por emprender una nueva vida; herramientas para construir una colonia en una tierra desconocida, biblias y una idea de salir adelante fuera como fuera, pero, eso sí, llegaron muy escasos de cebada para maltear.
No había cebada, pero sí otros ingredientes como maíz, melaza, manzanas, nabos…y calabazas, un producto rico en “carne” que llevaba mucho tiempo ya incorporado a la dieta de los nativos que poblaban aquellas tierras. Los colonos, acostumbrados a la buena cerveza, comenzaron a elaborarla utilizando la calabaza como ingrediente, obteniendo una cerveza de buen sabor y dulce que rápidamente se popularizó, hasta el punto de que algunos autores han identificado ya recetas en los primeros años de la colonización americana, además de una canción popular, datada en 1643, que hace referencia a la cerveza de calabaza. Incluso los grandes padres de Estados Unidos, hombres legendarios como George Washington, presidentes fundadores de Estados Unidos, eran aficionados a este tipo de cerveza.
El correr del tiempo, la llegada en masa de colonos y la siembra de cebada, fue relegando a la calabaza a un lugar marginal a pesar de su papel capital en la historia de la cerveza de Estados Unidos, hasta que en los años 80 del pasado siglo, coincidiendo con el auge del movimiento craft en Norteamerica, se recuperaron recetas antiguas y la calabaza volvió a recuperar protagonismo. Para muchos, el responsable de este “relanzamiento” fue William Owens, propietario de la Buffalo Bill Brewery, uno de los pioneros en investigar viejas recetas, probar y lanzar al mercado una versión del siglo XX de las cervezas de calabaza.
No fue un regreso cualquiera. La cerveza de calabaza lo ha hecho bajo el paraguas de “cervezas estacionales”, aprovechando el comienzo del frío, cuando los días se acortan y la lluvia aparece en los noticieros que cierran los telediarios. Bautizadas con el nombre de “pumkin ales” , su puesta de largo coincide con la celebración de una fiesta de sabor genuinamente americano: Halloween.
Halloween, como casi todo en la vida, tiene su “versión española” e incluso celta, Todos los Santos y Samain, pero lo cierto es que la iconografía americana ha ganado la partida, y las calabazas iluminadas, que recuerdan que son jornadas con vínculos con el más allá, toman las noches de noviembre.
Es época idónea, por tanto, para la cerveza de calabaza, un estilo de cerveza singular. Son cervezas que se mueven en un arco de alcohol de entre 4 y 7º, ideales para maridar con carnes, legumbres e incluso pescados; de sabor dulce, pero matizadas y equilibradas con la incorporación de especias como la canela, el clavo y, en algunas ocasiones, el jengibre. Cervezas de estación, que abren el invierno y que, a pesar de su “redescubrimiento”, gozan de una tradición de siglos.
Halloween, Todos los Santos o Samain, que lo mismo da, marcan el pistoletazo de salida para un tipo de cerveza para consumir y degustar durante todo el otoño e invierno. La calabaza ha llegado, esta vez, para quedarse.