Vivimos un momento inédito en el panorama cervecero de nuestro país. Nunca antes hemos tenido a nuestra disposición un catálogo tan amplio de estilos y de elaboradores. Es tal el dinamismo de la industria cervecera, que es difícil anticipar cual va a ser su evolución. Pero una cosa está clara: el consumidor es el que tendrá la última palabra.
El consumidor de cerveza es un protagonista importante en esta evolución del mercado, cada vez más interesado e informado acerca de las cervezas diferentes que tiene a su disposición.
Solo hay que acudir a una cata organizada por cualquier tienda o bar y ver que no hay ninguna plaza vacía. Lo que en un principio era un terreno abonado para “frikis” cerveceros, es ahora un mercado global que alcanza a todo el mundo.
Actualmente, sacar novedades efímeras cada poco tiempo es la tendencia que están adoptando la mayoría de los elaboradores. El mercado está en crecimiento y es una estrategia que puede valer. Pero es un arma de doble filo. A medida que el consumidor va madurando, quiere repetir referencias. Ya ha probado, quiere volver a comprar aquello que le gustó, pero no se ha vuelto a fabricar.
Ese tipo de consumidor cada vez va a ser más frecuente, y las marcas deben adaptarse a ellos.
Un catálogo fijo, lo que los anglosajones llaman “core”, y unas pocas novedades anuales, son la mejor manera de fidelizar al consumidor y construir una imagen de marca. Algo con lo que el consumidor se sienta identificado. Es la estrategia habitual en mercados asentados, como en Alemania, Reino Unido o Bélgica.
Siempre habrá hueco para el público que quiere descubrir nuevas cervezas y solo busca novedades, pero el mercado es cada vez más maduro y se impone una estrategia de consolidación de marca. Que el consumidor sepa lo que se va a encontrar cuando abre una cerveza.