Hay palabras que son fundamentales para interpretar correctamente por dónde evolucionará el sector de la cerveza artesanal. El movimiento craft ha cogido velocidad de crucero, ha empezado a colonizar los lineales de las grandes superficies y comenzado a ganar cuota de mercado entre los aficionados a la cerveza en general. Los tiempos en los que beber una cerveza artesana era un auto de Fe del que tan sólo unos pocos participaban, han quedado completamente atrás.
La cerveza artesana crece, gana cuota de mercado, aunque aún está lejos de países como Italia (España está entre el 1 y el 2% mientras que en el país trasalpino están por encima del 10% de cuota de mercado) y comienza a ser habitante habitual de los lineales de las grandes superficies comerciales. Este último paso es el auténticamente importante para apostar sin peligro de equivocarse sobre un futuro mucho más potente para las cerveceras artesanales.
Sin embargo, estar en las grandes superficies exige un plan estratégico y de expansión muy exigente que se debe sustentar sobre tres ‘patas’: Volumen de producción, contar con un producto homogéneo y que éste sea, además, de máxima calidad.
El futuro está en el volumen
Las cerveceras artesanas que están creciendo año tras año, tienen más visibilidad y unos planes de expansión más sólidos han conseguido unos volúmenes de producción muy interesantes que garantizan la viabilidad de las inversiones y el tener la capacidad suficiente para satisfacer una demanda elevada. Es el caso de Cerveza LA SAGRA, con una capacidad de producción de 1,7 millones de litros. Una cifra muy potente si tenemos en cuenta que un buen número de pequeños proyectos craf aún siguen moviéndose en el arco que va entre los 20.000 y los 100.000 litros de producción. Los planes de Cerveza LA SAGRA tienden a seguir aumentando esa capacidad de producción.
Producción que va acompañada de la elaboración de un producto ciento por ciento homogéneo y de máxima calidad. Alcanzar estas dos cualidades no es arte de magia. Conlleva una inversión muy importante en maquinaria, en procesos de control de calidad y tener una pasión casi religiosa por el cuidado del producto en toda su cadena, desde que empieza a elaborar hasta que llega a los grifos de los bares o las estanterías de los ‘super’. Estamos hablando de profesionalizar completamente el sector.
Si estos parámetros se convierten en la moneda común dentro del mercado, estaremos ante un nuevo escenario en el que la cerveza artesana mirará directamente a los ojos a la industrial. No hay otra dirección posible.